Los humedales son ecosistemas muy sensibles, pues el buen estado de estos depende del óptimo estado de las aguas que reciben y del nivel del impacto antrópico al que estén expuestos.
La necesidad de preservar los humedales no viene dada simplemente porque sean espacios bellos o atractivos para el turismo. Estos ecosistemas naturales nos reportan beneficios que difícilmente podrían ser replicados de forma artificial.
En territorio español contamos con zonas de humedales de gran importancia, tales como el Parque Nacional de Doñana, el Delta del Ebro, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la Albufera de Valencia y muchísimos más de menor tamaño. Entre los beneficios que nos generan estos ecosistemas, podemos enumerar los siguientes:
- Control de deslizamientos e inundaciones: Los humedales retienen agua, lo que previene la inundación de zonas adyacentes. Asimismo, las raíces de las plantas de los humedales retienen lodo, lo que ayuda a aminorar el riesgo de deslizamientos.
- Zonas de nidificación: los humedales son utilizados por una enorme cantidad y variedad de aves como zonas de aprovisionamiento, apareamiento y nidificación, lo que constituye un impulso decisivo en toda la cadena trófica.
- Descontaminación del agua: las plantas hidrófitas tienen la capacidad de filtrar las aguas, lo que permite que el agua que sale de los humedales esté más limpia y más apta para el consumo humano.
- Pesca: si los aprovechamos de forma sustentable, los humedales pueden constituir un excelente reservorio de peces aptos para el consumo humano. Su importancia económica es fundamental.
- Agricultura: las zonas bajas de los humedales pueden usarse para sembrar cereales como el arroz. Se puede cultivar en estas zonas teniendo la precaución de aminorar el impacto ambiental, y así generar alimento y ganancias.
- Turismo: los ingresos por concepto de turismo también son muy importantes. Los humedales son muy atractivos gracias a su paisajismo y su variedad de flora y fauna.